Integración latinoamericana por una verdadera alternativa

NOTICIAS ALIADAS

Vol. 43, Nº 22,Noviembre 29, 2006
ISSN 1563-2458

Integración latinoamericana
por una verdadera alternativa

Edición especial

Directora: Raquel Gargatte Loarte
Jefa de Prensa: Elsa Chanduví Jaña
Editoras: Cecilia Remón, Leslie Josephs
Diagramación y producción: Carlos Zúniga Izquierdo

AMÉRICA LATINA/EL CARIBE
Requisitos para una genuina integración
AMÉRICA LATINA/EL CARIBE
Un largo y sinuoso camino
AMÉRICA LATINA/EL CARIBE
Entrevista con investigador uruguayo Eduardo Gudynas
AMÉRICA CENTRAL
¿Qué fue de la cooperación regional?
MESOAMÉRICA
Plan Puebla Panamá: Otra agenda “de arriba abajo”
AMÉRICA LATINA/ EL CARIBE
Los caminos de la integración energética
CONO SUR
Anillo energético no prende
AMÉRICA LATINA
TLC versus integración
CHILE
El conciliador de los bloques regionales
AMÉRICA LATINA
Migración restringida
AMÉRICA LATINA/EL CARIBE
Por una integración con justicia
AMÉRICA LATINA/EL CARIBE
Noticias Aliadas
Requisitos para una genuina integración
Los principales obstáculos para la unidad de la región no residen fuera de ésta.
La integración regional es un término que fluye fácilmente de boca de políticos, economistas, académicos y defensores de derechos, que afirman que ésta es necesaria para el progreso de la región, una de las más desiguales y no integradas del mundo. La mayoría de analistas coinciden en que sin verdadera integración, una estrategia alternativa de desarrollo para la región fracasará.
La formación de bloques regionales, acuerdos de cooperación económica y otras herramientas puede parecer que forjan la integración regional, pero muchas de éstas son sólo instituciones endebles cuyos acuerdos se basan en tratados de libre comercio, lo cual va en contra de una verdadera integración.
El analista uruguayo Eduardo Gudynas da como ejemplo el Mercado Común del Sur (MERCOSUR), que “está repitiendo, erróneamente, muchos formatos propios del libre comercio”. Con ello hace referencia a que el bloque no contempla mecanismos para equilibrar la asimetría existente entre los mercados económicos de Brasil y Argentina frente a la de sus socios menores, Paraguay y Uruguay.
“En los hechos la política real que se expresa en la región está teniendo muchas dificultades; eso está atado a una política comercial y económica muy convencional del gobierno brasileño, en la que se reproducen dentro de América del Sur situaciones de jerarquía y de dominación, o de presión, de los más grandes sobre los más pequeños”, explicó.
Ese mismo Brasil, que a la hora de establecer relaciones comerciales con sus socios menores en el MERCOSUR sólo piensa en sus intereses dejando de lado una visión integradora, es el país que junto con Argentina han logrado frenar el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) impulsada por EEUU. Pero no por ello, el país de la economía más grande de la región se ha constituido en el líder del proceso de integración con sus países vecinos.
“En nuestra región nunca se ejerció una hegemonía clara por parte de las economías mayores, expresada no sólo en términos de un liderazgo político comprometido con la construcción de las instituciones necesarias, sino también capaz de abrir con amplitud sus mercados a los otros países y suministrar además los recursos financieros necesarios para facilitar la participación de las economías con mayor atraso relativo”, escribió el economista Host Grebe en el diario boliviano La Razón.
La incorporación este año de Venezuela —cuyo presidente, Hugo Chávez, no esconde sus afanes de convertirse en líder político de toda la región— al MERCOSUR parece haber puesto en alerta a Brasil. En una reciente entrevista al diario paraguayo Última Hora, el canciller brasileño Celso Amorim reconoció que sus socios minoritarios del bloque tienen razón para quejarse y dijo que su país debe ayudarlos.
“Nuestra estructura burocrática está orientada sólo a Brasil; no hay una visión integrada”, afirmó, y abogó por un cambio de políticas que faciliten el aumento del comercio con todos los socios del bloque.
Tras ser reelegido presidente en octubre, el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva ha subrayado la necesidad de reforzar la integración en América del Sur, tanto en el MERCOSUR como en la Comunidad Sudamericana de Naciones.
Requisitos que no se cumplen
Entre los atributos de los procesos de integración efectivos se encuentran el establecimiento de una unidad comercial —por medio de un arancel externo común en una unión aduanera—, coordinaciones productivas, políticas productivas comunes, libre tránsito de personas, un marco laboral regional y articulaciones en las áreas de educación, salud y seguridad social. En general, esas medidas acentúan el comercio dentro del bloque y reducen las competencias internas buscando la complementación productiva.
Sin embargo, en la región “los distintos ensayos de integración de los últimos 15 años no lograron armar vinculaciones productivas entre los países”, resalta Gudynas. Aunque existen coordinaciones en el área social, éstas aún son débiles.
Además, la prioridad comercial está puesta fuera de la región. Solamente entre el 2000 y el 2006 se suscribieron 12 acuerdos de libre comercio entre países latinoamericanos y naciones y bloques fuera de la región.
“Somos grandes exportadores de agroalimentos pero no hemos resuelto nuestras propias demandas internas. Para resolverlas se debe compartir la producción y comerciar más entre nosotros. Lo que sobra, el excedente regional, es lo que se puede exportar”, plantea Gudynas.
La idea de desarrollo que la mayoría de los gobiernos de la región —incluidos los progresistas— vienen impulsando es aquella que apuesta por un fuerte crecimiento de las exportaciones y una mayor inversión extranjera. El mayor desarrollo económico debe conducir a la reducción de la pobreza, señalan.
Sin embargo, el 38.5% de los 525 millones de latinoamericanos son pobres y 79 millones (14.7%) viven en la indigencia, según el “Panorama Social de América Latina 2006”, de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).
América Latina y el Caribe constituyen la región menos equitativa del mundo, según la CEPAL. Brasil es considerado el país más desigual de la región, donde el 10% más pobre de la población comparte el 0.7% del ingreso nacional, mientras que el 10% más rico acapara el 47%.
Propuestas todavía imprecisas
El modelo de desarrollo que se viene impulsando depende cada vez más de los vaivenes de los mercados internacionales y deja de lado la situación interna.
En este contexto crece la articulación de los movimientos sociales que defienden el derecho de los pueblos a un desarrollo basado en la inclusión social y el respeto a los derechos económicos, sociales, políticos, culturales y ambientales, en la preservación del patrimonio cultural y natural, en un control de los recursos naturales y energéticos que asegure el bienestar de las generaciones presentes y futuras. Es el movimiento que junto a “Otro mundo es posible” plantean que “Otra integración es posible”.
En esa línea se inscribe el Tratado de Comercio entre los Pueblos propuesto por el presidente boliviano Evo Morales y la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA), promovida por el presidente venezolano Hugo Chávez y respaldada por Bolivia y Cuba.
Ambas propuestas plantean una integración que vaya más allá de lo comercial, que abarque educación, salud, cultura, complementariedad y cooperación entre los países de la región.
Estas propuestas alternativas aportan al debate en torno al rumbo que una genuina integración debe seguir. Sin embargo, aún son imprecisas.
Por ejemplo, aún no se conoce cómo se va a organizar el ALBA en la práctica.
“Hasta ahora su única aplicación práctica es un acuerdo trilateral entre Venezuela, Cuba y Bolivia que, en realidad, tiene un formato tradicional de cooperación. Pero todavía no están contempladas ni la supranacionalidad ni la articulación productiva”, señala Gudynas.
El aporte del movimiento social es clave en todas estas definiciones. Por un lado debe luchar por que los bloques subregionales existentes se democraticen y, por otro, debe abogar por que la solidaridad y cooperación alentadas por las propuestas alternativas se concreticen en políticas sociales regionales comunes y no se queden en ayudas puntuales. Sólo así la integración latinoamericana puede encaminarse hacia una unidad regional genuina.

AMÉRICA LATINA/EL CARIBE
Ramiro Escobar desde Lima
Un largo y sinuoso camino
La historia registra numerosos esfuerzos integracionistas, que sin embargo no han logrado consolidar la unidad regional.
Desde el comienzo, incluso antes de que culminara por completo la emancipación latinoamericana, la idea de forjar la unidad continental bulló en las mentes más lúcidas y en los discursos visionarios. La lucha por la liberación estuvo, con frecuencia, asociada al sueño de una mancomunidad.
“Ya que tienen un origen, una lengua, unas costumbres y una religión, deberían, por consiguiente, tener un solo gobierno que confederase los diferentes Estados que hayan de formarse”, escribía en 1815 Simón Bolívar, el Libertador por excelencia, en su Carta de Jamaica.
Bolívar crearía luego, en 1819, la “Gran Colombia”, para denominar al bloque formado por Venezuela, Nueva Granada y Quito. Y entre 1823 y 1840 tendría efímera existencia la República Federal de Centroamérica (Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua).
Más tarde, en 1826, Bolívar  convocaría el Congreso Anfictiónico —como se denominaba a la confederación de antiguas ciudades griegas— de Panamá, con la idea de formar una amplia confederación de repúblicas.
Sin embargo, a este Congreso sólo asistieron representantes de América Central, Colombia, México y Perú. En los años siguientes se desatarían luchas en el interior de varios países y a la vez conflictos interestatales, ocasionados en parte por la posesión de territorios.
Tiempos de lucha y esperanza
“Esas luchas comenzaron a bloquear ese impulso integracionista inicial”, explica Nelson Manrique, historiador de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Un ejemplo claro, y penoso, de ese proceso fue la Guerra del Pacífico (1879-83), que ensangrentó ferozmente a Bolivia, Chile y Perú.
Con todo, los intentos de unidad persistieron en toda la región, que más o menos a partir de 1860 comenzó a denominarse “América Latina”. El surgimiento de este nombre coincidió en el tiempo con la irrupción de Inglaterra y EEUU como nuevas potencias imperiales.
Inglaterra vio en la región dos posibilidades muy concretas: la apertura de nuevos mercados y la explotación de materias primas. EEUU, por su parte, ya desde 1823, avizoró el papel que jugaría, cuando el presidente James Monroe (1817-25) proclamó la frase “América para los americanos”.
En 1889, esa doctrina tiene un giro estratégico cuando James G. Blaine,  secretario de Estado de EEUU durante el gobierno del presidente Benjamin Harrison (1889-93), convoca la Primera Conferencia Panamericana. Además de EEUU, asisten Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Haití, Honduras, México, Nicaragua, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela. 
La reunión tuvo un cierto parentesco con los actuales tratados de libre comercio (TLC), pues se examinaron temas como los derechos de patentes. El propósito de EEUU era doble: romper la influencia europea y a la vez dominar el continente.
Panamericanismo vs. latinoamericanismo
A comienzos del siglo XX ya se perfilan dos tendencias integracionistas: la “panamericanista” (promovida por EEUU)  y la “latinoamericanista” (más autónoma). A ellas se suman movimientos e idearios como los de los peruanos Víctor Raúl Haya de la Torre y José Carlos Mariátegui, que hacia 1930 denuncian el “imperialismo” estadunidense. Haya de la Torre habla, incluso, del “indoamericanismo”.
En 1939, estalla la Segunda Guerra Mundial y los procesos de integración latinoamericana se paralizan. “Recién después de este conflicto vuelven a cobrar fuerza”, señala el analista internacional peruano Alberto Adrianzén.
Al finalizar la guerra, en 1945, surge un proceso mundial de descolonización y, según Adrianzén, eso alienta nuevamente el debate integracionista. El 30 de abril de 1948, en Bogotá, Colombia, se funda la Organización de los Estados Americanos (OEA), con el concurso de 21 países.
El perfil de este organismo se hace evidente en 1962, cuando, por presión de EEUU, Cuba, ya gobernada por Fidel Castro, es expulsada.
A pesar de ello, el latinoamericanismo no pierde aliento.
En 1960 se crea la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC), que integra a los países sudamericanos (menos la Guayana Francesa, Guyana y Surinam) y México. En la misma época, se crea el Mercado Común Centroamericano (MERCOMUN o MCCA), con los países que antes integraron la República Federal de Centroamérica.
En ambos casos, el propósito era arribar a una zona de libre comercio. Con la misma lógica, en 1968 se funda la Zona de Libre Comercio del Caribe, luego denominada Comunidad del Caribe (CARICOM), hoy integrada por 14 miembros.
En 1969 se firma el Acuerdo de Cartagena, acta de nacimiento del Grupo Andino. Inicialmente, los integrantes fueron Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador y Perú. En 1973 se integró Venezuela y en 1976 —durante la tiranía de Augusto Pinochet— se retiró Chile. En 1996, en una reunión llevada a cabo en el Perú el grupo adoptó el nombre de Comunidad Andina (CAN).
A diferencia de la ALALC, la CAN buscó fomentar la integración no sólo comercial. En 1979, por ejemplo, se crea la Corte Andina de Justicia. Y en 1991 se establece una política de “Cielos Abiertos”.
También en 1991 se crea en Asunción, Paraguay, el Mercado Común del Sur (MERCOSUR). Conformado inicialmente por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, actualmente incluye a Venezuela, tras su salida de la CAN en abril de este año.
Ese mismo año se crea en Tegucigalpa, Honduras, el Sistema de Integración Centroamericana (SICA), cuyos objetivos son económicos, comerciales y políticos. Busca, por ejemplo, la unión económica, la vigencia de los derechos humanos y la seguridad regional.
Mientras estos rieles autónomos avanzan, en 1994 EEUU, Canadá y México firman el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN o NAFTA por sus siglas en inglés). El acuerdo se enmarca dentro del propósito de llegar al Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), promovida por EEUU.
El panamericanismo y el latinoamericanismo siguen en pugna. Y este último demuestra no ser ineficaz. Según el investigador paraguayo Fernando Masi, entre 1990 y 1998 el porcentaje de exportaciones dentro de la propia región latinoamericana pasó de 14% a 21% del total de sus exportaciones.
La era del comercio y los TLC
Hacia el 2000, el comercio intrarregional comienza a decrecer, pues los propios Estados de la región buscan nuevos mercados en otras zonas del mundo, como Asia. Casi simultáneamente, entran en escena los TLC.
Entre el 2000 y el 2006 se firman 12 acuerdos de este tipo entre países latinoamericanos y naciones y bloques de fuera de la región. Dicha proliferación coincide con el naufragio del ALCA, que en el 2003 se estanca debido a la oposición de Argentina, Brasil y Venezuela.
En medio de los profusos TLC se produce también cierto renacimiento de la integración regional. Un signo vital de este proceso fue la suscripción, en diciembre del 2003, de un Acuerdo de Libre Comercio entre la CAN y el MERCOSUR. Luego, el 8 de diciembre del 2004 en Cusco, Perú, se crea la Comunidad Sudamericana de Naciones (CSN).
El organismo busca que la CAN, el MERCOSUR e incluso Chile caminen hacia una zona de libre comercio. Asimismo, promueve la integración energética, la armonización de políticas de desarrollo rural y la transferencia de tecnología.
Paralelamente, desde Venezuela el presidente Hugo Chávez, retomando según él la senda del Libertador, ha creado la Alternativa Bolivariana de las Américas (ALBA) en oposición al ALCA. Y ha firmado un Tratado Comercial de los Pueblos con Cuba y Bolivia.
¿En qué momento de la historia de la integración nos encontramos? Al parecer en un cruce de caminos donde, como en el pasado, chocan las propuestas hegemónicas y las autónomas, pero a la vez las fórmulas mixtas, que ven posible juntar en un haz la multiplicidad de procesos y organismos.
“Durante décadas se ha vivido en esa indefinición”, comenta con ironía Manrique, e insinúa que la integración nunca será eficaz bajo la égida de potencia alguna. Lo sabía Bolívar cuando dijo “esta unión no nos vendrá por prodigios divinos, sino por esfuerzos sensibles y bien dirigidos”.

COMUNIDAD DEL CARIBE (CARICOM)

Integrantes: Antigua y Barbuda, Bahamas, Barbados, Belice, Dominica, Granada, Guyana, Haití, Jamaica, Montserrat, Santa Lucía, San Cristóbal y Nevis, San Vicente y las Granadinas, Surinam, y Trinidad y Tobago

Países asociados: Anguila, Bermuda, Islas Vírgenes Británicas, Islas Caimán, y Turcos y Caicos

Lugar y fecha de fundación: Chaguaramas, Trinidad y Tobago, 4 de julio de 1973

Superficie: 462,353 km²

Población 2005: 15.7 millones

Producto Interno Bruto 2005:
US$17.5 millardos

Exportaciones 2004: US$ 8.8 millardos

Importaciones 2004: US$13 millardos

Fuentes: CARICOM, CEPAL


COMUNIDAD ANDINA (CAN)

Integrantes: Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú. Venezuela hasta abril del 2006

Países asociados: Argentina, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay

Países observadores: México y Panamá

Lugar y fecha de fundación: Bogotá, Colombia, 26 de mayo de 1969

Superficie: 3.8 millones de km²

Población 2005: 96.6 millones

Producto Interno Bruto 2005: US$247.3 millardos*

Exportaciones 2005: US$50.4 millardos*

Importaciones 2005: US$47.2 millardos*

*Sin incluir a Venezuela
Fuentes: CAN, CEPAL


MERCADO COMÚN DEL SUR (MERCOSUR)

Integrantes: Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Venezuela (desde mayo del 2006)

Países asociados: Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador y Perú

Lugar y fecha de fundación: Asunción, Paraguay, 26 de marzo de 1991

Superficie: 12.7 millones de km²

Población: 262.3 millones

Producto Interno Bruto 2005:
US$1.1 billones*

Exportaciones 2005: US$214 millardos*

Importaciones 2005: US$132.7 millardos*

*Incluyendo a Venezuela
Fuentes: MERCOSUR, CAN, CEPAL


SISTEMA DE INTEGRACIÓN CENTROAMERICANA (SICA)

Integrantes: Belice, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Panamá

País asociado: República Dominicana

País observador: México

Lugar y fecha de fundación:
Tegucigalpa, Honduras, 13 de diciembre de 1991

Superficie: 523,780 km²

Población 2005: 40.2 millones

Producto Interno Bruto 2005:
US$98.9 millardos

Exportaciones 2005: US$22.2 millardos

Importaciones 2005: US$40.5 millardos

Fuentes: SICA, CEPAL
AMÉRICA LATINA/EL CARIBE
Entrevista con investigador uruguayo Eduardo Gudynas
“Actual proceso de integración acentúa aún más dependencia regional dentro de globalización”
Eduardo Gudynas, secretario ejecutivo del Centro Latino Americano de Ecología Social-Desarrollo, Economía, Ecología, Equidad-América Latina (CLAES-D3E), con sede en Montevideo, Uruguay, es un agudo analista del proceso de integración regional.
En la siguiente entrevista concedida a Pablo Long, corresponsal de Noticias Aliadas en Uruguay, Gudynas señala que el proceso de integración regional está en una profunda crisis y esto no es sólo consecuencia de un contexto internacional adverso sino que se debe, también, a problemas que tienen raíces en los propios países de la región.
¿Cómo evalúa la marcha de la integración latinoamericana? ¿Qué perspectivas observa?
La integración regional está en crisis, aunque algunos gobiernos y organizaciones sociales no lo admitan. Se repiten medidas comerciales convencionales que generan un entramado “rígido” que termina imponiéndose sobre las aspiraciones de la integración, que es “blanda” y no tiene una estructura y funcionamiento lo suficientemente enérgicos como para imponerse a ese convencionalismo. El procedimiento de agrupar países sin profundizar las reglas de la coordinación política ha tenido un efecto centrífugo que no fortalece la integración y desplaza las discusiones de un escenario a otro. Así, hemos tenido y tenemos controversias en muchos temas, tales como la elección de los candidatos latinoamericanos a la Organización Mundial de Comercio (OMC) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), o sobre la forma en que debería completarse el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. De la misma manera, hay otras disputas sobre temas sustantivos, a lo que se suman las controversias comerciales.
¿Qué factores operan en esta crisis?
Hay factores propios y externos. Éstos últimos son los más evidentes. El más destacado es la presión de EEUU, que aprovechando las disidencias busca firmar acuerdos bilaterales bajo el formato de tratados de libre comercio (TLC) que, en sustancia, apuntan al establecimiento de relaciones comerciales asimétricas. El mayor problema de los TLC es que gran parte de ese instrumento está orientado a cuestiones que no son comerciales.
¿Cuáles son los factores internos que mencionaba?
Podríamos hablar de varios factores básicos. Los distintos ensayos de integración de los últimos 15 años no lograron armar vinculaciones productivas entre los países. No se logró establecer un sustrato económico fuerte para sostener la integración. Ya sea dentro del [Mercado Común del Sur] MERCOSUR como de la Comunidad Andina (CAN), todos los socios continúan exportando más que nada recursos primarios, materias primas, commodities, un sesgo más marcado en la CAN, donde entre el 70% y el 80% de sus exportaciones son primarias [petróleo, minerales, productos agrícola-ganaderos y forestales]. En ese comercio, los países compiten entre sí.
En el MERCOSUR ocurre lo mismo, incluso en el caso de Brasil, que es el país que tiene el mayor parque industrial pero en el cual el 47% de las exportaciones son primarias. Es así que los cuatro socios plenos del MERCOSUR —Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay— compiten entre sí para exportar carnes, soja, minerales. Tienen un patrón productivo similar, con lo que el comercio intrarregional sólo es muy importante para Paraguay y Uruguay —los dos chicos del bloque—, pero es poco significativo para Brasil y apenas algo importante para Argentina.
¿Qué otros factores de crisis ve en el ámbito interno?
El primer factor interno sería que no ha habido una articulación económica y productiva. El segundo, que la economía más grande de América del Sur, Brasil, tiene estancado su proceso de industrialización. Desde principios de los años 90 no ha avanzado en su industrialización y, además, cada vez pone menos énfasis en aquello de que la integración regional tuviera un componente político y un componente económico, porque ahora está con una visión de exportador global y apunta sus intereses también a India, a Sudáfrica, a China.
Esto lleva al tercero de los factores de crisis, que es que la necesidad de acuerdos productivos regionales requiere que haya vínculos y normas respetados por todos y que obliguen a todos. Esta posición de la integración es rechazada por Brasil, que aduce que eso afecta su soberanía. Por eso sucede que las tasas de incumplimiento de los acuerdos son altas, hay muchas trampas de medidas paracomerciales.
Y hay un cuarto factor, dado por el enorme énfasis puesto por Argentina y Brasil en el bilateralismo y cuyo punto culminante fue la aprobación, en febrero del 2006, de un Acuerdo de Adaptación Comercial que excluyó a Paraguay y Uruguay y constituyó un golpe muy duro para el proceso de integración. Para los socios pequeños fue un poderoso acto de marginación que los llevó a dar una respuesta que no estuvo a la altura de los problemas, porque respondieron con el coqueteo con EEUU.
Detrás de estos desencuentros, ¿se mueven los intereses de las multinacionales, presionando a los gobiernos en su afán de sacar mejor partido?
El panorama de las multinacionales ha cambiado drásticamente y eso afecta a los procesos de integración de manera a veces insospechada. Las viejas ideas sobre el rol de las corporaciones ya no son del todo aplicables. El primer cambio importante es que en una proporción muy sustantiva, dentro del Cono Sur las empresas ahora son translatinas. Son de la propia región, que operan dentro de la región. El caso más claro es Petrobras de Brasil, presente en Argentina, Bolivia,  Ecuador, Perú y Uruguay. En algunos de estos países hay serios conflictos con Petrobras, que recuerdan a los roces de 10 años atrás con las grandes corporaciones petroleras del Hemisferio Norte. En el sector petróleo-gas, en el sector electricidad y en el agroalimentario ahora hay muchas empresas regionales.
¿Y eso no favorece a los procesos de integración?
Si observamos la experiencia internacional, a veces estas empresas contribuyen al proceso de integración porque obligan al comercio regional, se arman cadenas de producción con eslabones en los diferentes países. Eso contribuye al proceso de integración, pero tiene que ser vigilado y regulado por los Estados, para que todo no quede reducido a sacar materia prima de un país para enviarlo a otro. Así no hay una articulación productiva real, esa no es la idea conceptual óptima de que si vamos a construir un automóvil, por ejemplo, uno hace las bujías, el otro los pistones y un tercer país hace el radiador. No, aquí lo que tenemos es un comercio por el que Petrobras saca gas natural de Bolivia y con eso alimenta al sector automotor del cinturón industrial de São Paulo, pero la industria boliviana no participa haciendo autopartes para la industria del automóvil de Brasil.
¿La integración es un arma idónea para enfrentar la ofensiva globalizadora?
La integración es indispensable para tener autonomía de desarrollo dentro de los procesos globales. Sin embargo, el actual proceso de integración, tal como está formulado, acentúa aún más la dependencia regional dentro de la globalización, porque sigue manteniendo el patrón de una América Latina exportadora de materias primas. La propuesta alternativa que plantean las administraciones progresistas de los tres grandes países de América del Sur —Argentina, Brasil y Venezuela— no resuelve este problema, porque en el caso de la energía, por ejemplo, se confunde interconexión con integración. Si se construyen gasoductos de un país a otro eso no significa por sí solo integración. Que Bolivia o Venezuela envíen gas o petróleo a los vecinos, eso no genera proceso de integración. En un proceso de integración lo que se necesita es la articulación de la producción y de la economía.
El caso más claro de que hemos llegado a un estancamiento en la integración verdadera —que es también productiva, social y política—, no son muchas de las disputas que aparecen a diario en la prensa sino, por ejemplo, el hecho de que MERCOSUR carezca de una política agropecuaria común. Al no tenerla, todos los países están compitiendo por exportar soja y carne. Sin embargo, hay condiciones ideales para tener una política agropecuaria común. Hay que resolver qué es lo que se va a producir pensando que el primer destino de la producción debe estar orientado a resolver la demanda agroalimentaria de la región, las demandas nacionales.
A su modo de ver, ¿qué requiere la crisis actual de la integración para ser superada?
A mi entender requiere otro tipo de pensamiento. Este ya no es más el debate de hace 15 años, cuando la integración era la forma de protegerse y de buscar alternativas a la presencia de corporaciones transnacionales o a la influencia negativa de las economías industriales del Norte. Ahora estamos enfrentados a nuestros propios fantasmas, a nuestras propias contradicciones, y estamos ante la paradoja de que con gobiernos que se autodefinen como de centroizquierda, o progresistas, los conflictos regionales persisten y en muchos casos se han acentuado. Esto requiere ser pensado más allá del simplismo de las invocaciones a la integración que hacen los gobiernos y que luego no se visualizan en medidas concretas.
Cuando dice “nuestros propios fantasmas”, ¿se está refiriendo a los problemas de soberanía, de nacionalismo mal entendido?
El nacionalismo es uno de los grandes fantasmas. Esto se manifiesta cuando se abordan los temas regionales y se intenta disimular los errores propios; sólo se ven las equivocaciones de los otros países. Hay, además, una apelación machacona a la imagen de una “distinción” nacional: nuestro país sería distinto y mejor que los demás y, de hecho, muchos de los problemas nacionales se deberían a las restricciones y las dificultades que nos imponen los vecinos. Esto, invariablemente, termina desembocando en análisis superficiales donde se habla mucho de los bloques regionales pero no se revisan en detalle todas sus estrategias.
Son esos fantasmas los que nos llevan a una miopía geopolítica cuyo ejemplo más claro es cuando se sostiene que todos los problemas de la integración latinoamericana son culpa de EEUU y los demás países industrializados. Hay muchas verdades en esto, pero ello no puede impedir que seamos capaces de analizar las tensiones y contradicciones reales que existen entre los países latinoamericanos.
AMÉRICA CENTRAL
James Smith desde Ciudad de Guatemala
¿Qué fue de la cooperación regional?
Negociaciones comerciales de cada país dejan del lado aspiraciones de unidad regional.
Pese a una serie de intentos de integración centroamericana que se remontan a los años 50, el istmo está conformado todavía por economías pequeñas, abiertas y dependientes, caracterizadas por exclusión económica y social, acceso desigual a los modos de producción y distribución de la riqueza, y algunos de los peores indicadores socioeconómicos de la desigualdad en el mundo.
Lanzada en 1951, la Organización de Estados Centroamericanos buscó promover la cooperación regional, particularmente en términos de políticas comerciales y de salud. Luego, en 1960, el Mercado Común Centroamericano (MERCOMUN) estimuló una serie de iniciativas de integración económica que alcanzaron su apogeo a inicios de los años 70.
Dinámica más política
A medida que una serie de conflictos político-militares devastaban la región durante los años 80, la dinámica unificadora se hizo más política que económica. En los años 90, la integración regional se centró en los procesos de paz en El Salvador y Guatemala, las reformas económicas neoliberales que empezaron a extenderse por cada país, y la asistencia financiera internacional a gran escala que comenzó a inundar la región entera.
Hoy, sin embargo, las fuerzas que unen los países centroamericanos en un todo regional, particularmente en sus agendas sociales o políticas, son menos evidentes que en el pasado, mientras que la integración del sector empresarial está avanzando rápidamente.
La mano de obra barata, los recursos naturales y el fácil acceso al mercado estadunidense son las principales ventajas de la región, siendo consideradas sus industrias prioritarias el turismo y la manufactura. Dentro de este contexto, Costa Rica y Panamá van por delante del resto, mientras que Honduras y Nicaragua enfrentan significativos obstáculos en sus intentos por tener un crecimiento liderado por las exportaciones. Los esfuerzos de El Salvador y Guatemala por aprovechar el mercado regional en sectores tales como finanzas, procesamiento de alimentos y exportaciones manufactureras parecen ser más viables.
TLC en avanzada
Entretanto, el MERCOMUN, disuelto en 1969 por el conflicto armado entre El Salvador y Honduras, y restablecido en 1991, ha sido reemplazado hoy por acuerdos de libre comercio —el más prominente de los cuales es el Tratado de Libre Comercio de América Central y República Dominicana con EEUU (TLCAC+RD, conocido como CAFTA, por sus siglas en inglés)— que no garantizan un cambio en las condiciones prevalecientes.
Muchos analistas han criticado la falta de unidad y estrategia común de los países centroamericanos frente al pacto comercial, cuyas negociaciones se realizaron separadamente, guiadas por los intereses particulares de cada país y no por los de la región en su conjunto.
Vince McElhinny, experto estadunidense en instituciones financieras internacionales y ex miembro de InterAction, una coalición de organizaciones no gubernamentales, dice que “América Central sería más fuerte si se hubiese unido como región antes de insertarse en la economía global. Lamentablemente, la reciprocidad y la fortaleza que resultarían de profundas alianzas entre los centroamericanos no existen, y los países compiten entre sí, lo cual los hace más débiles ante el mercado global. No hay una verdadera política de integración regional que permita una inserción más eficiente [en la economía global], y se han hecho pocos avances concretos para superar este ‘egoísmo’ nacional que existe entre ellos”.
Al son del capital mundial
“Cada país realizó con EEUU negociaciones sobre el CAFTA de diferentes maneras, en un proceso que parecía una rueda de vagón, con EEUU en el centro y los demás países afuera. El vínculo que cada país formó con EEUU fue el factor determinante”, dice Carlos Barreda, del Colectivo de Organizaciones Sociales de Guatemala. Honduras y Nicaragua enfatizaron sus bajos costos laborales en un intento por ampliar su creciente industria del vestido, mientras que El Salvador trató de venderse como futuro centro de servicios financieros y de apoyo logístico, lo cual es ya el caso en Panamá, y Guatemala maniobró con sus productos alimenticios especializados.
Entretanto, el equipo negociador de Costa Rica abandonó las conversaciones afirmando que el tiempo determinado por EEUU para la discusión no era suficiente para asegurar un acuerdo aceptable sobre cuestiones delicadas tales como telecomunicaciones, seguros, textiles y algunos productos agrícolas. “El gobierno costarricense llegó a ridiculizar a los demás gobiernos por ceder demasiado terreno a los inflexibles estadunidenses en los días finales [de las negociaciones]”, explica McElhinny en un informe sobre el TLCAC.
Las industrias que, según McElhinny, perderá la región como resultado del TLCAC son la agricultura y los grandes negocios agrícolas (carne de cerdo, carne de vacuno, maíz, frijoles y arroz), mientras que los ganadores serán los fabricantes de cerveza y medicinas genéricas así como las telecomunicaciones y las compañías de seguros.
Según el grupo de expertos de Washington Office on Latin America (WOLA), el probable impacto del TLCAC sobre el sector rural centroamericano es un motivo particular de preocupación. Según el acuerdo, los países centroamericanos eliminarán progresivamente los aranceles sobre cereales básicos tales como el arroz y el  maíz, así como los frijoles, productos de los cuales depende ahora la vida de millones de personas. Con un mayor acceso aún al mercado centroamericano, las corporaciones agroexportadoras estadunidenses, que producen y exportan cereales a precios artificialmente bajos gracias a apoyos de su gobierno, venderán más barato que sus contrapartes centroamericanas, en su mayor parte pequeña agricultura y agricultura familiar. Inundar el mercado centroamericano con cereales subsidiados, más baratos, podría ocasionar una pérdida significativa de empleos agrícolas, y por tanto crear mayor pobreza, hambre y emigración rural.
De hecho, un informe del 2004 de la Comisión de Comercio Internacional de EEUU sobre el TLCAC proyectó que América Central aumentará significativamente sus importaciones de cereales básicos tras la implementación del acuerdo. En una región donde aproximadamente la mitad de todos los empleos está en la agricultura, esto tendrá a la larga efectos devastadores.
Mario Godínez, coordinador general de la no gubernamental Asociación para la Promoción y el Desarrollo de la Comunidad, señala que el tipo de integración regional suscitado por el TLCAC  “lamentablemente no es la inserción que cada país está buscando, sino más bien la imposición que el capital mundial le hace a cada uno de los países según sus estrategias e intereses de expansión”.
MESOAMÉRICA
James Smith desde Ciudad de Guatemala
Plan Puebla Panamá: Otra agenda “de arriba abajo”
Iniciativa es vista como parte de estrategia de integración regional impulsada por EEUU.
Creado en el 2001 por el presidente mexicano Vicente Fox como “un instrumento de cooperación que busca integrar a la región mesoamericana, coordinando acciones de los siete países de Centroamérica y los nueve estados que integran la región sur sureste de México”, el Plan Puebla Panamá (PPP) no ha logrado despegar del todo.
El PPP —impulsado por Washington— ha sido presentado como una iniciativa para mejorar la calidad de vida para los 68 millones de habitantes de la región mesoamericana —28 millones de mexicanos y 40 millones de centroamericanos—, de los cuales 41% vive en la pobreza. Colombia, con 46 millones de habitantes, 27% de ellos viviendo en la pobreza, se sumó al PPP en octubre.
Sin embargo, una prioridad de la agenda del PPP es atraer la inversión de corporaciones extranjeras creando, modernizando y privatizando la infraestructura del transporte, zonas industriales y mercados energéticos.
Otros objetivos centrales del PPP son la privatización de la tierra, el agua y los recursos y servicios públicos; la promoción del control regional de Mesoamérica por intereses norteamericanos, y el traspaso de la propiedad local de la agricultura, industria y silvicultura a las corporaciones, según Celia Davis de la Unión de Comunidades Indígenas de la Zona Norte del Istmo, con sede en México.
En los cinco años que lleva lanzado el PPP, se han usado recursos públicos y privados para crear, extender y modernizar proyectos de infraestructura de transporte y energía en toda la región.
En marzo del 2005, Vince McElhinny, ex representante de la organización no gubernamental estadunidense InterAction, escribió en coautoría la ponencia “Plan Puebla Panamá: ¿Receta para el desarrollo o el desastre?”, que muestra que US$21 millardos del financiamiento propuesto para el PPP van dirigidos a cuatro de las ocho iniciativas del PPP —transporte, energía, facilitación del comercio y telecomunicaciones— que representan la agenda orientada al sector privado. El financiamiento propuesto para las otras cuatro iniciativas, desarrollo sostenible y humano, turismo, mitigación de desastres y comunicación, suma sólo $3 millardos.
Las organizaciones mesoamericanas de base han hecho resistencia eficaz a varios proyectos del PPP (NA, Mayo 19, 2004). Algunos de éstos han sido abandonados, otros pospuestos, y otros modificados. En agosto del 2002, propietarios de tierras comunales de San Salvador Atenco, México, consiguieron cancelar la construcción de un nuevo aeropuerto cerca de Ciudad de México. Las comunidades indígenas de Oaxaca han modificado planes o detenido la construcción de carreteras en varios lugares. En marzo del 2002 se formó la Alianza Mexicana por la Autodeterminación de los Pueblos (AMAP) para unificar esfuerzos entre comunidades afectadas por el PPP en todo el sur de México; el foro más reciente de la AMAP se celebró el 25 de noviembre.
Entretanto, en el Petén, Guatemala, la organización contra el PPP ha sido particularmente eficaz. El Frente Petenero contra la Represa, la Alianza por la Vida y la Paz y la Asociación de Comunidades Forestales de Petén (ACOFOP), con apoyo de un conjunto de organizaciones no gubernamentales nacionales e internacionales, se han vuelto fuertes en los últimos años coordinando la resistencia a las amenazas suscitadas por el PPP en las comunidades afectadas.
En América Central, esta presión popular ha obligado al Banco Interamericano de Desarrollo a delegar el financiamiento de algunos de los proyectos sociales y ambientales más sensibles al Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE).
“Como su supervisión, normas y rendición de cuentas son mucho menos rigurosas, el BCIE puede financiar más fácilmente proyectos social o ecológicamente controvertidos”, señala Davis.
Pero la principal crítica de las organizaciones que oponen resistencia al PPP es que se trata de una integración económica impuesta desde arriba.
“[El PPP] es nada menos que una desnacionalización de los activos estratégicos, en la que se corre el peligro de que la prerrogativa del Estado de trazar una política económica se convierte en cosa del pasado y que el gobierno se convierta en simple country manager [administrador nacional] del proyecto neoliberal dirigido desde EEUU”, indicó en un documento publicado en agosto, Manolo García, de la organización guatemalteca Servicios Jurídicos y Sociales.

Plan Puebla Panamá

Integrantes: Belice, Colombia, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Panamá, y los nueve estados del sur sureste de México: Campeche, Chiapas, Guerrero, Oaxaca, Puebla, Quintana Roo, Tabasco, Veracruz y Yucatán

Lugar y fecha de fundación: San Salvador, El Salvador, 15 de junio del 2001

Superficie: 2.1 millones de km²

Población: 114 millones
AMÉRICA LATINA/ EL CARIBE
Ariela Ruiz Caro* desde Buenos Aires
Los caminos de la integración energética
Construcción de un mercado común energético: largo sueño con nuevos protagonistas.
La integración energética es un objetivo fundamental de los gobiernos de América Latina y el Caribe, y una de las áreas prioritarias en la construcción de la Comunidad Sudamericana de Naciones. Esta integración puede ser un mecanismo decisivo para mejorar el posicionamiento geopolítico de la región en el escenario internacional.
Para lograrlo, es fundamental la construcción de una infraestructura adecuada, y disponer de un esquema institucional que reglamente la forma en que ésta operará. Precisamente, el diseño de los mecanismos técnicos, así como institucionales, para la construcción de un mercado común energético en América Latina y el Caribe es uno de los grandes desafíos para poder concretar esa voluntad política que prevalece crecientemente en la región.
La integración de los mercados de energía en América Latina ha sido discutida por más de tres décadas. Una expresión de ello fue la creación de las organizaciones regionales Asistencia Recíproca Petrolera Empresarial Latinoamericana (ARPEL) en 1965, Comisión de Integración Eléctrica Regional (CIER) en 1964, y Organización Latinoamericana de Energía (OLADE) en 1973.
Otros pasos concretos hacia la integración de los mercados energéticos durante las décadas del 60 y del 70 fueron los proyectos hidroeléctricos binacionales de Salto Grande (Uruguay-Argentina), Itaipú (Brasil-Paraguay) y Yacyretá (Argentina-Paraguay), impulsados por los Estados respectivos, en general propietarios de las empresas involucradas. Los países participantes son precisamente los que hoy son miembros del Mercado Común del Sur (MERCOSUR).
Nuevo impulso
Durante la década de los 90, las iniciativas de integración energética retomaron un nuevo impulso, con un enfoque —liberal— y con un marco más amplio: el continental. La denominada “Iniciativa Energética Hemisférica” fue lanzada en el marco de la primera Cumbre Presidencial de las Américas, realizada en Miami en 1994, teniendo como escenario un proceso de reformas económicas cuyos ejes centrales fueron la plena libertad de mercado, la disciplina fiscal y la desregulación del Estado. Éstas ya habían sido anunciadas, tanto en el marco del Consenso de Washington en 1989, como en la Iniciativa de las Américas en 1990.
En el sector energético, estas reformas significaron la eliminación de los obstáculos a las operaciones de las empresas privadas nacionales y extranjeras en todas las ramas de la industria energética, desde la exploración y producción de gas y petróleo, hasta la distribución y venta de productos petroleros en el mercado final. Si bien la mayoría de los países de la región modificaron sus marcos normativos en el sector, los grados de liberalización fueron diferentes. En muchos casos, éstos estuvieron limitados por preceptos establecidos en sus respectivas constituciones; en otros, se consideró que se trataba de un sector estratégico para el desarrollo.
A pesar de las presiones que hubo durante las negociaciones del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN, o NAFTA por sus siglas en inglés) —vigente desde 1994— México no ha privatizado la petrolera estatal PEMEX. Dicho tratado establece que el Estado mexicano se reserva el derecho exclusivo de desempeñar y de negarse a autorizar el establecimiento de inversiones en petróleo y otros hidrocarburos, así como petroquímica básica, tal como manda la Constitución. Salvo en algunos casos como Argentina, Bolivia y Perú, la mayor apertura registrada en algunos países productores de petróleo no ha determinado que las empresas estatales pierdan el control de la industria petrolera. La mayoría de las empresas estatales de la región conservaron el papel predominante en la producción regional, en las inversiones, en sus ventas, en el volumen de utilidades, así como en las exportaciones regionales.
No obstante, en las leyes de inversión extranjera implementadas en la mayoría de países de la región, y consolidadas en los tratados de libre comercio (TLC) que muchos gobiernos han suscrito o se encuentran negociando con EEUU, prevalecen presiones para asegurar que las inversiones, en general, no tendrán ningún tipo de obstáculos.
En efecto, el capítulo sobre inversión extranjera definido en el TLCAN, así como en los TLC firmados posteriormente por otros países, se sustenta en cuatro principios fundamentales: i) trato nacional y trato de nación más favorecida a los inversionistas extranjeros, ii) prohibición de imponer a los inversionistas extranjeros requisitos de desempeño; iii) apertura a todos los sectores excepto los que se encuentran registrados en listas de medidas disconformes y iv) establecimiento del mecanismo de solución de controversias en materia de inversiones a través de arbitrajes internacionales.
Se pensó que, en la medida en que las reformas mencionadas fueran profundizándose, los procesos de integración del sector también lo harían. Asimismo, se consideró que la apertura de mercados daría lugar a una considerable expansión de las oportunidades de negocios para los actores privados en la construcción de infraestructura para las interconexiones energéticas.
Sin embargo, las reformas del sector no han dado los resultados esperados, especialmente en aquellos países que privatizaron sus empresas petroleras estatales.
Las propuestas de integración energética basadas en la privatización de las empresas del sector, la apertura comercial y la desregulación han ido perdiendo vigencia, especialmente en América del Sur. Se observa cierta tendencia a rescatar un papel más activo del Estado en las actividades energéticas y a hacer del planeamiento estatal de los mercados energéticos un instrumento indicador indispensable en la canalización y coordinación de las inversiones de los agentes privados y públicos. Asimismo, la preservación de los recursos no renovables y la autonomía de los Estados para regular su explotación, han sido nuevamente reivindicadas como parte de las políticas energéticas.
El proyecto hemisférico de integración energética empezó a perder dinamismo, y después del 2001 las políticas energéticas liberalizadoras fueron revisadas.
Surge Iniciativa Petroamérica
En este marco ha surgido la Iniciativa Petroamérica, de parte del gobierno venezolano. Dicha iniciativa de integración energética se basa en la consideración de que la integración regional es un asunto de los Estados y de los gobiernos, lo cual no implica la exclusión de sectores empresariales privados.
“Los acuerdos enmarcados en Petroamérica plantean la integración de las empresas energéticas estatales de América Latina y del Caribe para operativizar los acuerdos y realizar inversiones conjuntas en la exploración, explotación y comercialización del petróleo y gas natural”, se lee en el sitio web de la estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA).
Petroamérica busca, además, la complementariedad económica y la reducción de los efectos negativos que tienen los costos de energía —originados por el incremento de la demanda mundial de petróleo, así como por factores especulativos y geopolíticos— en los países de la región.
La propuesta incluye también mecanismos de financiamiento preferencial en el suministro petrolero para las naciones del Caribe y América Central como Petrocaribe y el Acuerdo de Cooperación Energética de Caracas. Se busca asegurar que los ahorros derivados de la factura energética surgidos en el marco de algunos convenios como Petrocaribe —suscrito en junio del 2005 (NA, Oct. 5, 2005)—, sean empleados en el desarrollo económico y social, vía el fomento del empleo y apoyo a actividades productivas y de servicios de salud pública, educación, entre otros.
Sin duda, el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, busca promover el proceso de integración energética, utilizando la diplomacia petrolera que le permiten sus enormes reservas de hidrocarburos. Esto no es menor puesto que la mayoría de análisis coinciden en señalar que los altos precios del petróleo no reflejan un fenómeno coyuntural sino son más bien un rasgo estructural del nuevo paradigma energético.
En este contexto, los gobiernos de Argentina, Brasil y Venezuela firmaron, en noviembre del 2005, un memorándum de entendimiento que dio inicio a los estudios de factibilidad para la construcción de un gasoducto que interconectaría los yacimientos de gas de Venezuela con los principales centros de consumo en Brasil y Argentina. Los presidentes de Argentina, Brasil y Venezuela consideran que la realización de este proyecto de integración gasífera será uno de los pasos decisivos en el proceso de integración sudamericana, dada la importancia vital de la energía en el desarrollo económico y social de la región.
Para el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, “el gasoducto podría constituirse en la obra más grande de los próximos 50 años en América Latina y consolidarse como una solución energética para el mediano y largo plazo”.
Sin embargo, para muchos analistas subsisten dudas sobre la viabilidad económica de tan magna obra. La mayoría coincide en señalar que el primer requerimiento es una certificación del nivel de reservas de gas existente en la franja del Orinoco, que aún no se ha realizado.
El proyecto del gasoducto entre los tres países se complementaría con el destinado a crear el denominado “anillo energético” a partir de los yacimientos de gas de Bolivia y de Camisea, en Perú.
Sin embargo, en la medida en que el anillo energético ha encontrado numerosas dificultades para su concreción, estaría prosperando la idea de unir el Cono Sur de América del Sur con la parte norte, de tal manera que otros países de la región también puedan acceder al gas proveniente de Venezuela, país que posee más de tres cuartas partes de las reservas gasíferas sudamericanas y cerca del 60% de las ubicadas en América Latina y el Caribe. No obstante, es un proyecto de largo plazo cuya viabilidad se encuentra en estudio.
Es innegable que todas estas propuestas de interconexión energética se enmarcan en esquemas políticos y que las inversiones en energía responden a éstos. Sin embargo, los países de la región son conscientes de que una integración real exige también que ésta tenga lugar en el ámbito energético.

*Ariela Ruiz Caro, economista peruana que se desempeña como consultora internacional en temas sobre integración, y comercio.

CONO SUR
Anillo energético no prende
Divergencias geopolíticas restan fuerza a propuesta.
El denominado anillo energético es un proyecto de interconexión gasífera del Cono Sur, impulsado fundamentalmente por Chile, con el fin de suplir su déficit energético, a partir de los problemas de abastecimiento con Argentina. Casi la totalidad de importaciones chilenas de gas natural proceden de este país, cuya producción ha declinado significativamente.
Este proyecto de interconexión gasífera plantea distribuir en el Cono Sur parte de las reservas de los yacimientos de gas de Camisea, ubicados en el sur del Perú, así como las existentes en Bolivia. En el proyecto han participado, además de Chile y Perú, Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay. En las reuniones realizadas por los gobiernos para este proyecto, Bolivia sólo lo ha hecho en calidad de observador.
Gran parte del denominado “anillo energético” ya se encuentra construido. Se trataría de conectar al Perú con la red de ductos que existe en el norte de Chile y Argentina, mediante la construcción de un gasoducto de unos 1,200 km de extensión desde la ciudad peruana de Pisco hasta la chilena de Tocopilla, la cual requiere una inversión cercana a los US$2.5 millardos.
El proyecto ha suscitado reacciones contrapuestas en el Perú, pues, entre otros factores, se ha insistido en que debe desarrollarse prioritariamente el mercado interno, garantizando el abastecimiento a largo plazo. Otro de los problemas que ha tornado inviable este proyecto es que Bolivia, país que posee las segundas reservas de gas de América del Sur, sólo participa del anillo energético en calidad de observador, pues demanda, como condición, una solución a su situación de mediterraneidad. Por mandato popular resultado de un referéndum en el 2004, el gobierno boliviano no puede suministrar gas a Chile mientras éste no acepte discutir su problema de salida al Pacífico. Sin la participación de Bolivia, el proyecto sólo tenía posibilidades de convertirse en un texto jurídico para dar garantías a los inversionistas que participen del proyecto.
La meta de suscribir el documento conjunto que permitiría transformar el acuerdo de implementación del anillo energético en un tratado internacional, no prosperó, debido, en parte, a divergencias en algunos de los puntos del texto del tratado. Prevalecen aún opiniones contrapuestas en aspectos clave como la definición de lo que es una situación de emergencia —que pudiera dar lugar a la interrupción del suministro—; el mecanismo para solución de controversias; y las excepciones temporales al régimen de acceso abierto, entre otros.
En ese contexto, el proyecto para la construcción del gasoducto acordado en noviembre del 2005 entre los gobiernos de Brasil, Argentina y Venezuela, adquiere mayor relevancia. —A.R.C.

AMÉRICA LATINA
Noticias Aliadas con información de Ramiro Escobar
TLC versus integración
Tratados bilaterales de libre comercio afectan construcción de una verdadera integración regional político-económica.
La integración regional corre peligro de no salir de la modorra en que se halla si los países de la región continúan poniendo más atención a la firma de tratados bilaterales de libre comercio con EEUU, la Unión Europea y países asiáticos.
Este tipo de acuerdos no es nuevo en la región. Se viene practicando desde comienzos de los años 90, cuando EEUU, Canadá y México firmaron el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que entró en vigencia en 1994. La novedad reside en su proliferación en los últimos cinco años.
El TLCAN era algo así como la punta de lanza del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), propuesta de integración comercial promovida por EEUU que vive un estancamiento temporal desde que, en Miami, en el 2003, Brasil, Argentina y Venezuela le pusieron freno.
Abocados al libre comercio
Para muchos analistas políticos y económicos, los recientes tratados de libre comercio (TLC) promovidos por EEUU son el resultado del fracaso del ALCA. Aunque no para todos.
“Esa es una lectura generalizada en América Latina, pero si se observa el proceso global se verá que EEUU viene haciendo acuerdos bilaterales desde antes del fracaso del ALCA. En realidad, la idea de hacer acuerdos bilaterales con muchas naciones es parte de una estrategia global que nace ante las dificultades norteamericanas para llegar a establecer acuerdos en el marco de la [Organización Mundial del Comercio] OMC”, indica el investigador uruguayo Eduardo Gudynas.
Al mismo tiempo, los países de la región en los últimos años han puesto el énfasis en abrir mercados externos para sus productos, y ya son 10 los países latinoamericanos que han firmado TLC con EEUU.
El Panorama de la inserción internacional de América Latina y El Caribe (2005-2006), elaborado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), observa el fenómeno con más neutralidad. Según el documento, con estos TLC o sin ellos, en el último quinquenio “los subgrupos de integración y los países de manera individual han apostado por los mercados extrarregionales”.
Según datos de la CEPAL, las exportaciones de América Latina crecieron dos veces y media entre 1990 y el 2004 —de US$130 millardos a $461 millardos—, mientras que entre 1990 y el 2003 la proporción del comercio dentro de la región misma pasó apenas de 13% a 14.6%.
México —que, al igual que Chile, es uno de los países latinoamericanos que más han respaldado la creación del ALCA— es el mayor exportador de América Latina, con una participación de 44% en el 2005. Al mismo tiempo, es el país cuyo comercio está más concentrado: 89% de sus exportaciones se dirige a EEUU.
Contribuye a este mayor comercio extrarregional la debilidad de proyectos de integración como la Comunidad Andina, en la que resalta una tendencia creciente de sus países miembros a exportar a EEUU. Esta proclividad es alentada por el Acuerdo de Promoción Comercial Andina y Erradicación de Drogas (ATPDEA, por sus siglas en inglés), mediante el cual un universo de 6,100 partidas arancelarias goza de acceso libre al mercado estadunidense hasta el 31 diciembre del 2006, y cuya renovación es ahora discutida por el Congreso de EEUU.
Amenaza para la integración
Para otros analistas, los TLC constituyen una contracorriente en relación a los procesos de integración.
“Los TLC, en la lógica economicista neoliberal, desfiguran los proyectos de mayor integración”, escribe Bernard Lestienne, S.J., en la revista argentina CIAS, del Centro de Investigación y Acción Social.
“No basta con la multiplicación del trueque de bienes y servicios para ampliar la integración”, añade.
Gudynas sostiene en el artículo titulado “Dos caminos distintos: tratados de libre comercio y procesos de integración”, publicado en el 2004 por FLACSO Ecuador en el libro TLC. Más que un tratado de libre comercio, que los TLC “mantienen y en algunos casos refuerzan la competencia comercial que enfrenta a los países latinoamericanos entre sí, y aumentan la subordinación hemisférica”.
En referencia al TLC suscrito entre Perú y EEUU, el economista peruano Humberto Campodónico dice: “Este TLC desvía comercio hacia EEUU”.
“La lógica que se impone es que se priorizan las exportaciones hacia ese nuevo gran socio, lo que bloquea el crecimiento del comercio intrarregional y, además, debilita la posibilidad de coordinar estrategias productivas”, puntualiza.
De hecho, “con el TLC con EEUU las exportaciones de maíz que Argentina realiza al Perú serán sustituidas por importaciones provenientes de EEUU que entrarán liberadas de impuesto y a precios subsidiados”, escribe la economista peruana Ariela Ruiz Caro en el libro Riesgos del TLC Perú-EEUU, publicado en junio de este año.
Con el TLC que firmó en febrero con EEUU, Colombia abrió su mercado a 900,000 toneladas de soja provenientes del país del norte. Esto afectará a otro país miembro de la CAN, Bolivia, que en la actualidad le vende a Colombia 500,000 toneladas del grano, volumen que constituye el 40% de sus exportaciones de oleaginosas.
Según un estudio realizado por encargo de la Comunidad Andina en el 2004, la vigencia del TLC con EEUU pondría en riesgo 56% del comercio subregional andino, añade Ruiz Caro.
Caminos divergentes
Mientras los procesos de integración buscan la complementariedad productiva entre los países al reducir las competencias internas, los TLC mantienen las asimetrías comerciales y productivas. Y esto no sólo sucede en los casos de acuerdos de libre comercio entre países en vías de desarrollo y países industrializados; también ocurre en acuerdos de este tipo entre países en vías de desarrollo.
Es el caso del Mercado Común del Sur (MERCOSUR), que se ha extendido haciendo pequeños acuerdos de libre comercio con Bolivia, Chile y Perú, además de acuerdos de complementación económica con Colombia y Ecuador.
“El MERCOSUR, especialmente al influjo de la administración [del presidente brasileño Luiz Inácio da Silva] Lula, se ha ampliado haciendo asociaciones comerciales que son más parecidas a los formatos de un TLC que al del vínculo político fuerte que está en la esencia de su proyecto originario”, dice Gudynas.
“Si nos ponemos del lado del agricultor o del ganadero peruano, se verá que tienen las mismas dificultades enfrentando un TLC con EEUU que enfrentando este acuerdo de libre comercio con el MERCOSUR, porque también lo van a invadir los productos agroalimentarios que lleguen desde el Cono Sur”, explica.
Según este analista, “un proceso de integración tiene una dimensión política”, que no existe en los TLC que actualmente circulan. El continuo ejemplo que pone es de la Unión Europea (UE) que, por la ruta integracionista, ha logrado un arancel común, coordinaciones productivas, una moneda común, el libre tránsito de personas.
En referencia al TLC entre Perú y EEUU, Campodónico advierte: “Puede agudizar la pobreza y la desigualdad” y recuerda el caso de México que, en efecto, hizo crecer su economía, pero a costa de algunos sectores del agro.
Y finalmente, mientras los TLC son indiferentes a estrategias regionales sociales —para combatir la pobreza, mejorar la educación o las condiciones laborales—, los procesos de integración sí consideran espacios para la atención de estos temas.
CHILE
Pascale Bonnefoy desde Santiago
El conciliador de los bloques regionales
Relación chilena con vecinos se basa en factores comerciales más que en razones geopolíticas.
A pesar de su fidelidad a la receta neoliberal del Consenso de Washington, su entusiasta apoyo al Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), impulsado por EEUU, y su no participación como miembro pleno en ninguno de los grandes bloques regionales, Chile busca posicionarse como puente político y amortiguador entre las distintas iniciativas de integración regional, y a la vez, asegurarse el abastecimiento energético y mejorar su balanza comercial en la región.
Con su pujante economía de libre mercado y saludables índices macroeconómicos —ocupa el puesto 27 entre 125 países en el Índice de Competitividad Global 2006-2007 del Foro Económico Mundial—, Chile es a menudo acusado de renegar de su vecindad y mirar con desdén a sus socios en la región, más empobrecidos e inestables tanto política como económicamente.
Desde el retorno a la democracia en 1990, Chile se embarcó en múltiples negociaciones comerciales bilaterales tanto en América Latina como en Europa, Asia y América del Norte. Hoy cuenta con tratados de libre comercio (TLC) con Canadá, EEUU, China y Corea del Sur, y TLC o acuerdos de complementación económica con una decena de países latinoamericanos. Sin embargo, aduciendo incompatibilidad arancelaria, ingresó sólo como miembro asociado al Mercado Común del Sur (MERCOSUR), mientras intentaba entrar al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN o NAFTA por sus siglas en inglés) —de México, EEUU y Canadá—, y posteriormente enarbolaba la bandera del ALCA.
Prioridad a la región
Al asumir el poder en marzo de este año (NA, Mar. 8, 2006), el gobierno de Michelle Bachelet prometió dar prioridad a la región, por razones políticas y económicas. En los últimos años, Chile ha vivido momentos de tensión con el Perú en torno a una disputa por fronteras marítimas, con Bolivia por el histórico conflicto sobre su acceso al mar y su negativa a venderle gas a Chile, y con Argentina, por sus cortes de suministro de gas a Chile, lo cual sólo se agravará en los años venideros, impactando fuertemente a la industria, y en última instancia, a los consumidores chilenos.
Por el lado comercial, la Unión Europea es el principal destino de las exportaciones chilenas, comprando el 27.7% del total, mientras que EEUU sigue siendo el principal destino individual, captando el 17.6% del total de envíos. En cambio, sólo el 4.4% de las exportaciones totales de Chile va a los miembros de la Comunidad Andina de Naciones (CAN), y 6.3% al MERCOSUR. No obstante, mientras que el comercio con EEUU creció sólo 2.5% en el primer semestre de este año respecto al mismo periodo del 2005, las exportaciones al MERCOSUR subieron 51.1%, y a la CAN, 28.6%. Sin embargo, la balanza comercial chilena con estos dos bloques sigue siendo negativa. Incluso el superávit de 39% que tuvo Chile con la CAN el año pasado, cayó estrepitosamente a un déficit de 9% en el primer semestre de este año.
“Chile debe acrecentar su influencia en el proceso de construcción de la Comunidad Sudamericana de Naciones, mediante la coordinación con los otros países de la subregión y la promoción del establecimiento de una institucionalidad básica, mientras se fortalece el proceso de convergencia MERCOSUR, CAN y Chile, y la puesta en práctica de iniciativas concretas en energía, comercio e infraestructura”; afirmó el canciller Alejandro Foxley en su presentación de la “Visión Estratégica de la Inserción de Chile en el Mundo” ante el Congreso en abril pasado.
Meses más tarde, Chile se reincorporaba a la CAN, de la que se había retirado en 1976 debido a la incompatibilidad de sus políticas económicas liberales con las de los miembros del entonces llamado Pacto Andino. Treinta años después, los miembros de ese bloque han girado sobre su eje, la mayoría adoptando políticas neoliberales y negociando o firmando TLC con EEUU. Venezuela ya no encajaba, y se retiró. Bolivia es ahora la única excepción a la regla.
La elección del presidente peruano Alan García en junio (NA, Jun. 14, 2006) abrió el escenario ideal para que Chile llenara el vacío dejado por Venezuela. A instancias de García, Chile aceptó participar en “áreas determinadas” de la CAN, una de las cuales, según el gobierno, será la proyección conjunta hacia los mercados asiáticos.
“Chile se integra más por razones políticas que comerciales, para acercarse a la región, y generar mecanismos de incidencia tanto en la CAN como en el MERCOSUR en torno a la resolución de controversias y la facilitación del comercio, que es lo que a Chile le preocupa”, explicó Claudio Fuentes, director de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), con sede en Santiago.
Con este nuevo cuadro, se comenzó a hablar de un “eje del Pacífico”, un bloque libremercadista afín a EEUU, en contraposición al “eje” del MERCOSUR, con presidentes izquierdistas y una Venezuela inyectándole petrodólares. Algunos analistas, sectores de derecha e incluso dirigentes de la coalición de gobierno han llamado a retirarse del MERCOSUR de una vez, alegando sus conflictos internos y pocos beneficios comerciales para Chile, sin ocultar su molestia por la llegada del presidente venezolano Hugo Chávez al bloque meridional.
Para Fuentes, “es natural el punto de encuentro en el eje Pacífico, por razones geográficas, y por el crecimiento de Asia, y China en particular, que penetra en América Latina”.
Diferentes, pero no tanto
La supuesta dicotomía de ejes mutuamente excluyentes o contradictorios tal vez no sea tan abismal, a pesar de las evidentes fricciones entre algunos mandatarios y las diferencias entre sus políticas domésticas —las de unos países más neoliberales que las de otros, por ejemplo— así como entre sus políticas exteriores.
Casi todos los países miembros del MERCOSUR también son socios de la CAN, y en el 2004 ambos bloques firmaron un acuerdo para crear un mercado común entre los 10 países asociados. A finales de ese mismo año, y con la participación de Chile, se creó la Comunidad Sudamericana de Naciones (CSN), que incluye a los países de la CAN y MERCOSUR, más Guyana y Surinam (NA, Dic. 15, 2004). La CSN se centraría en buena parte en la integración física, a través de la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Sudamericana, cuyos proyectos serían financiados por tres instituciones financieras regionales.
“No es válido que tratemos de mirar a la región con la mirada de la guerra fría, en que la dividamos entre los buenos y los malos, entre los más para allá o los más para acá. Lo que sí tenemos es el gran desafío de, en esa diversidad, buscar la unidad y resolver los problemas comunes”, afirmó la presidenta Bachelet en Bogotá durante la toma de mando del reelecto mandatario colombiano Álvaro Uribe en agosto pasado.
El gobierno chileno busca servir de articulador, de elemento conciliador, entre los principales bloques regionales, y considera a la CSN como el punto de encuentro. No puede quedar mal con nadie. Por un lado, necesita mejorar sus condiciones de comercio con la región. Por otro, Chile es altamente dependiente en materia energética, importando casi la totalidad del gas natural y petróleo que requiere su economía. Casi el 60% de esas importaciones provienen de Argentina, Brasil, Ecuador y Perú. Bolivia, debido al conflicto marítimo, no le vende gas a Chile y, por contrato, prohíbe a Argentina redireccionar a Chile el gas que le vende a aquella.
Mientras Chile, que en los 90 apostó al gas natural como principal recurso energético, no logre diversificar su propia matriz energética, la política chilena hacia la región no podrá ser más que conciliadora y pragmática, basada más en factores comerciales y energéticos que en consideraciones geopolíticas. Chile no quiere ni puede casarse con nadie, pero tampoco puede darse el lujo de un divorcio.
AMÉRICA LATINA
Cecilia Remón desde Lima
Migración restringida
Libre circulación de trabajadores en la región todavía enfrenta restricciones y reticencia de gobiernos.
La libre circulación de bienes y servicios es uno de los pilares de los procesos de integración, pero la libre circulación de trabajadores no necesariamente lo es.
“La migración es un componente indisoluble, visible y relevante de todo proceso de integración, especialmente cuando éste se posiciona con miras que apuntan más allá del intercambio comercial”, dice el documento “Lógica y paradoja: libre comercio, migración limitada”, de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).
“La integración económica —como expresión inmediata y visible de la internacionalización de las economías— supone necesariamente menores obstáculos para la movilidad de las personas y, en consecuencia, obliga a una preocupación por las dimensiones sociales y políticas involucradas”, agrega el estudio.
Más retórica que nada
Pero Dirk Jaspers, director del Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía (CELADE), de la CEPAL, considera que la inclusión de la temática de la migración en los procesos de integración “ha sido parcial, difusa y a veces provista de mucha retórica y formalismo”.
Tanto el Mercado Común del Sur (MERCOSUR) como la Comunidad Andina (CAN) cuentan con disposiciones en relación a la libre circulación y residencia de trabajadores.
El “Acuerdo de Residencia para nacionales de los Estados Partes del MERCOSUR”, firmado en el 2002, establece la libre residencia de las personas que circulen dentro del espacio del MERCOSUR ampliado —sus cinco Estados miembros (Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Venezuela) y los asociados (Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador y Perú)—, mientras que la CAN posee el Instrumento Andino de Migración Laboral, que permite “la libre circulación y permanencia de los nacionales andinos en la subregión con fines laborales bajo relación de dependencia”.
No obstante, la mayoría de los países miembros de estos dos bloques no han cumplido con incorporar estas disposiciones en sus legislaciones internas; de ahí que en la práctica no existan políticas migratorias en los bloques subregionales.
La principal causa de la migración es la insatisfacción económica, el desempleo y la falta de oportunidades de las personas en sus países de origen. Pero quienes migran, incluso dentro de los bloques intrarregionales establecidos, experimentan discriminación, xenofobia, privación de la libertad, amenazas a la integridad física y psicológica, y a la propia vida.
Para la CEPAL, “la falta de estabilidad en el crecimiento económico lleva a los países a una reticencia respecto a abrir sus fronteras… toda vez que no pueden asegurar trabajo a sus propios nacionales y se desconfía de la llegada de inmigrantes: el problema es que estos continúan desplazándose, se insertan en actividades que rechazan los nacionales y dada su desprotección, pueden constituir una mano de obra sumamente vulnerable”.
“Los migrantes en situación irregular están indefensos, son víctimas de salarios inferiores y discriminación”, afirma Óscar Sandoval, oficial de proyectos para los países andinos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
“Hemos recibido denuncias de migrantes peruanos en Ecuador, a quienes los empleadores, a sabiendas de que estas personas están en forma irregular, les prometen pagarles una cierta cantidad, y una vez que van a cobrar, quienes los contrataron les dicen ‘miren si ustedes cobran los denunciamos por estar irregulares’. Hilando un poquito más fino estos trabajadores serían víctimas de trata, o de estafa”, indica Sandoval.
En Argentina, agrega Sandoval, “los mayores explotadores de bolivianos son los mismos bolivianos, particularmente en Buenos Aires y zonas fronterizas”.
La Convención Internacional sobre la Protección de los Trabajadores Migratorios y de sus Familiares no hace diferencia entre trabajadores regulares o en situación irregular, en términos de sus derechos.
Adoptada en 1990 por la Asamblea General de las Naciones Unidas y en vigor desde el 2003, la convención establece el derecho a la libre emigración de los trabajadores y a contar con todas las garantías del país donde residan y trabajen, así como a la reunificación familiar. Sólo ha sido ratificada por 34 Estados, entre ellos Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Perú y Uruguay. No se han adherido Argentina, Brasil ni Costa Rica, que junto con Chile son los mayores receptores de inmigrantes de América Latina
Migrar no es un delito
Los ministros de Relaciones Exteriores de la CAN, reunidos con ocasión de la XVI Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno, realizada en Montevideo, Uruguay, del 3 al 5 de noviembre, emitieron un comunicado en que señalan la necesidad “de impulsar una política que propicie el diálogo entre los países miembros de la CAN y los países de destino de sus migrantes laborales, a fin de proteger los derechos humanos de estas personas; propiciar que los flujos migratorios ofrezcan contribuciones favorables al desarrollo de las sociedades emisoras, de tránsito o receptoras; y evitar políticas orientadas a criminalizar al migrante” (NA, Nov. 15, 2006).
Sin embargo, los mandatarios presentes en la cumbre iberoamericana no aprobaron compromisos concretos para regularizar a los inmigrantes dentro de sus países.
“Migrar no es un delito”, dice la declaración final, pero no exhortó a aprobar la convención. El compromiso de los gobernantes es de sólo “tomarla en cuenta”.
De acuerdo con cifras de la OIM, entre el 2000 y el 2005 el número total de migrantes de América Latina y el Caribe subió de 21 millones a 25 millones, es decir, más de 4% de los casi 600 millones de habitantes del hemisferio. De ellos 19.3 millones viven en EEUU, 60% de origen mexicano.
Migración extrarregional
A diferencia de los procesos de integración, los tratados de libre comercio no incluyen el tema de la migración.
Un ejemplo de ello es el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que desde su entrada en vigencia en 1994 ha acelerado la migración de trabajadores mexicanos hacia EEUU, particularmente de los sectores más afectados por el acuerdo.
“La aceleración de la migración a partir de 1994 tiene que ver con la destrucción del campo por efecto de las importaciones agrícolas subsidiadas de EEUU”, afirma el economista peruano Óscar Ugarteche. “Hoy México tiene como rubros de ingresos netos, primero el petróleo, luego las remesas y en tercer lugar el turismo. México pertenece al bloque de América del Norte porque lo ve como su mercado natural, al que destina más del 80% de su comercio total”.
En los últimos años EEUU ha ido endureciendo sus políticas para detener el flujo migratorio, llegando incluso a aprobar en octubre la construcción de un muro de 1,126 km a lo largo con su frontera con México. El año pasado fueron detenidas alrededor de 1.2 millones de personas intentando ingresar irregularmente a EEUU.
Uno de los elementos claves en la migración son las remesas. En el 2005, los países de América Latina recibieron US$54 millardos de sus nacionales en el extranjero.
Para Sandoval, un elemento positivo es que ayudan a que la pobreza en América Latina y el Caribe, que afecta a 38.5% de la población, no se agudice.
“Posiblemente, si no llegaran las remesas tendríamos un porcentaje mayor de pobres o de pobreza extrema”, sostiene. “Los bancos centrales saben con muy buenas cifras cuánto ingresa, pero cómo se están utilizando y cual es el potencial de esas remesas, es lo que todavía no se ha investigado”.
AMÉRICA LATINA/EL CARIBE
Noticias Aliadas
Por una integración con justicia
Políticas sociales comunes son cruciales para unidad regional.
La integración regional implica la articulación de políticas económicas y sociales en función del beneficio común de los países participantes. Sin embargo, la mayoría de los procesos de esa naturaleza desarrollados en América Latina se ha centrado en los componentes económicos y comerciales, y los aspectos sociales sólo giran en torno a ellos.
La Comunidad Andina (CAN) estableció hace más de tres décadas los convenios Andrés Bello, que propone esfuerzos mancomunados en la educación, la ciencia y la cultura, e Hipólito Unánue, que se propone mejorar la salud de las poblaciones del bloque. En ambos casos los resultados concretos han sido reducidos. Igual suerte han corrido los acuerdos referidos a la movilidad de trabajadores y seguridad social.
El Mercado Común del Sur (MERCOSUR) inicialmente no contemplaba compromisos y mecanismos orientados a promover o regular los aspectos sociales de la integración. En mayo de 1991, dos meses después de la firma del Tratado de Asunción que dio origen al MERCOSUR, se reconoció la necesidad de un instrumento sobre la cooperación en regímenes laborales, de seguridad social y formación profesional. Se han aprobado la Declaración Sociolaboral, protocolos en educación y cultura, y un acuerdo de previsión social, y aunque se han observado avances concretos, todavía el documento marco sigue siendo una mera “declaración”.
El Sistema de Integración Centroamericano (SICA) prevé que la integración social se alcanzará “de manera voluntaria, gradual, complementaria y progresiva”. El artículo cuarto del Tratado de Integración Social Centroamericana, suscrito en 1995, considera que “el proceso de integración social se impulsará mediante la coordinación, armonización y convergencia de las políticas nacionales entre sí, y con las demás políticas del SICA”.
El Consejo para el Desarrollo Humano y Social de la Comunidad del Caribe (CARICOM) es responsable de promover el mejoramiento de la salud, educación, condiciones laborales  de los trabajadores, desarrollo de la juventud y las mujeres, desarrollo de la cultura y los deportes, y un ambiente saludable para los habitantes de la comunidad.
Si bien los acuerdos de integración contienen declaraciones e instancias relativas al aspecto social, no existen mecanismos supranacionales que ejerzan un efecto vinculante sobre políticas sociales comunes acordadas.
En ese sentido, la propuesta del presidente boliviano Evo Morales de construir una integración continental que abogue por nuevas democracias en el continente pero con una mayor participación social, constituye una esperanza en el esfuerzo por darle un nuevo rumbo a la integración sudamericana, y a lo mejor a la región latinoamericana y caribeña.
Para que este nuevo rumbo que se le quiere dar a la integración permita que el “buen vivir” de sus pobladores sea una realidad se requiere que la propuesta pase efectivamente de las declaraciones a los hechos.
En el ámbito de América del Sur, la Cumbre Social por la Integración de los Pueblos —a realizarse del 6 al 9 de diciembre, de manera simultánea a la reunión de Presidentes de la Comunidad Sudamericana de Naciones (CSN) prevista para el 8 y 9 de diciembre en la ciudad de Cochabamba, Bolivia— aportará al contenido de esa agenda social de la integración.
Los organizadores de dicha cumbre le dan un alto valor simbólico por el hecho de que se desarrolle simultáneamente con la reunión de la CSN, a la que describen como “un bloque político inspirado en las gestas libertarias independentistas de Junín y Ayacucho y liderado por presidentes que aceptan la diplomacia de los pueblos”, en referencia a los presidentes de Bolivia y Venezuela en particular.
¿Podrá la CSN constituir un real avance integracionista, cuando ha surgido sin que sus dos bloques originarios hayan dado previamente solución a sus problemas internos?
Si se observan en detalle los contenidos más importantes de la CSN, se verá que son los planes de infraestructura regional, esencialmente carreteras destinadas a vincular las costas del Atlántico y del Pacífico. La CSN no es un modelo de integración real sino que es de extroversión”, afirma el analista uruguayo Eduardo Gudynas.
Son dos los aspectos fundamentales de la dimensión social de los procesos de integración: las políticas sociales comunitarias o sus equivalentes, y la participación de la sociedad civil.
La sociedad civil, a través de sus organizaciones, tiene una larga lucha por delante para que las iniciativas de integración regional en la que sus gobiernos participen cuenten con mecanismos formales de participación y consulta, de modo que haya transparencia en las medidas deintegración política y económica de la región.

¿Qué pasa con la integración regional?
El investigador Fernando Masi, en su artículo “La integración en la encrucijada”, publicado en la edición de junio de este año de la revista paraguaya Acción, señala los siguientes factores que explican el porqué del freno de los procesos de integración regional a partir del año 2000:

1.   Los desequilibrios de orden macroeconómico que sufren países claves en la región y que repercuten sobre la capacidad de exportación de sus socios.

2.   Un incremento importante de los precios internacionales y de la demanda de materias primas y agrícolas y mineras —donde los países de la región tienen ventajas comparativas— principalmente de los países asiáticos (China en particular) que hace que las exportaciones se dirijan más fuera de la región.

3.   Una falta de voluntad política de avanzar hacia la armonización de normas y el desarrollo de instituciones que vayan conformando la unión aduanera en cada subgrupo de integración, siendo muy palpable este problema en el Mercado Común del Sur (MERCOSUR). Ello a su vez se transforma en mayores restricciones y trabas al comercio entre socios.

4.   Una agenda externa muy movida por parte de los bloques de integración que en la búsqueda de nuevos mercados, postergan los avances de la agenda interna y, por lo tanto, de la profundización de los mismos procesos de integración.


SItios web oficiales

www.comunidadandina.org
Comunidad Andina (CAN). Sitio con información actualizada sobre cada uno de los países miembros, noticias, ejes de acción, instituciones y servicios.

www.mercosur.int
Mercado Común del Sur (MERCOSUR). Información sobre su estructura, tratados, documentos oficiales, arancel común externo, solución de controversias, directorio de autoridades, publicaciones, entre otros aspectos.

www.comunidadandina.org/sudamerica.htm
Comunidad Sudamericana. Proyecto de integración a partir de la convergencia gradual entre los países que conforman la Comunidad Andina, el MERCOSUR, Chile, Guyana y Surinam.

www.sica.int
Sistema de Integración Centroamericana (SICA). Brinda información completa y oportuna sobre el sus órganos e instituciones, así como una reseña histórica, marco jurídico, datos sobre cada uno de los estados miembros y noticias recientes.

www.caricom.org
Comunidad del Caribe (CARICOM). Información sobre el Mercado Común del Caribe, su historia, proyectos, organismos, servicios, leyes y noticias de la región.

www.planpuebla-panama.org
Plan Puebla Panamá. Información sobre sus integrantes, ejes de desarrollo, noticias, documentos, enlaces, entre otros. Incluye mapas y galería de fotos.

www.aladi.org
Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI). Organismo intergubernamental creado por el Tratado de Montevideo de 1980 que promueve la expansión de la integración en América Latina, a fin de asegurar su desarrollo económico y social, y tiene como objetivo final el establecimiento de un mercado común.

www.iirsa.org
Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana (IIRSA). Foro de diálogo entre las autoridades responsables de la infraestructura de transporte, energía y telecomunicaciones en los 12 países sudamericanos.

Sitios web alternativos:

www.alternativabolivariana.org
Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA). Propuesta de integración impulsada por el presidente venezolano Hugo Chávez, en contraposición al Área de Libre Comercio de las Américas, lanzada por EEUU. El ALBA plantea una integración que vaya más allá de lo comercial, que abarque educación, salud, cultura, complementariedad y cooperación entre los países de la región.

www.bilaterals.org
Información sobre iniciativas de lucha contra el comercio bilateral y los acuerdos de inversión que tornan vulnerables a los países frente al accionar de las corporaciones transnacionales.

www.laneta.apc.org/asc
La Alianza Social Continental (ASC). Foro de organizaciones y movimientos sociales creado para intercambiar información, definir estrategias y promover acciones conjuntas, todo ello encaminado a la búsqueda de un modelo de desarrollo alternativo y democrático. La ASC es un espacio abierto a las organizaciones y movimientos interesados en cambiar las políticas de integración a nivel hemisférico y en promover la justicia social en las Américas.

www.biceca.org
Proyecto Construyendo Incidencia Civil Informada Para la Conservación de la Amazonía Andina (BICECA por sus siglas en inglés). Forma parte de la Articulación Frente a la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana (IIRSA). Esta red trabaja en la promoción de alternativas a los modelos de desarrollo no sostenible que promueve la IIRSA.

www.movimientos.org
Comunidad Web de Movimientos Sociales. Bajo el lema “Unidad en la Diversidad”, este sitio agrupa a una serie sitios web de organizaciones y redes sociales, permitiéndoles una mayor visibilidad y evitando su dispersión. Ofrece noticias e información sobre campañas y actividades relacionadas con los movimientos sociales.

www.mercosursocialsolidario.org.
El Programa Mercosur Social y Solidario es una plataforma de acción integrada por 18 organizaciones no gubernamentales de Argentina, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay que buscan incorporar la dimensión social en el proceso de integración regional.


Destino de exportaciones y origen de importaciones 2003 (En porcentajes)

Comunidad Andina (CAN)
Mundo*
Exportaciones
51.6
Importaciones
38.7

                                 CAN     CARICOM    MERCOSUR     MCCA
Exportaciones         9.7         1.6                   2.4                       2.0
Importaciones         14.6       0.4                   11.1                     0.3


Mercado Común del  Sur (MERCOSUR)

Mundo*
Exportaciones
105.6
Importaciones
66.8

                                 CAN     CARICOM    MERCOSUR     MCCA
Exportaciones         3.6         0.7                   12.0                     0.7
Importaciones         2.2         0.1                   18.2                     0.1


Comunidad del Caribe (CARICOM)

Mundo*
Exportaciones
5.6
Importaciones
6.3

                                 CAN     CARICOM    MERCOSUR     MCCA
Exportaciones         1.5         19.2                 0.6                       2.5
Importaciones         6.8         8.8                   6.5                       1.2


Mercado Común Centroamericano (MCCA)

Mundo*
Exportaciones
11.2
Importaciones
23.6

                                 CAN     CARICOM    MERCOSUR     MCCA
Exportaciones         0.9         1.4                   0.2                       27.5
Importaciones         5.8         1.9                   3.1                       12.9

*En millardos de dólares corrientes.              FUENTE: CEPAL


En el 2004, mientras que el flujo de exportaciones en acuerdos intrarregionales fue del 11.5%, para los acuerdos extrarregionales representó el 49.5%.—CEPAL


Las exportaciones crecieron 254% entre 1990 y el 2004, mientras que entre 1990 y el 2003 la proporción del comercio dentro de la región misma creció apenas 1.6%. —CEPAL


Composición del comercio de bienes 2004 (En porcentajes)

Comunidad Andina

Exportaciones
67.5                 28.1                          4.4
Productos       Bienes                      Otras
primarios       industrializados      transacciones

Importaciones
11.4                 87.3                          1.2
Productos       Bienes                      Otras
primarios       industrializados      transacciones

Mercado Común Centroamericano

Exportaciones
29.9                 69.1                          1.0
Productos       Bienes                      Otras
primarios       industrializados      transacciones

Importaciones
10.8                 87.9                          1.1
Productos       Bienes                      Otras
primarios       industrializados      transacciones

Mercado Común del Sur

Exportaciones
23.8                 75.8                          0.4
Productos       Bienes                      Otras
primarios       industrializados      transacciones

Importaciones
16.4                 83.2                          0.4
Productos      Bienes                      Otras
primarios      industrializados      transacciones

FUENTE: CEPAL